José María Nieto es médico especialista en Otorrinolaringología. Tras de sí, tiene más de 30 años de experiencia en los que siempre ha intentado dedicarle al paciente el tiempo que necesita para poder escucharle y comprenderle. Actualmente pasa consulta en la Clínica Doctores Nieto, en Sevilla, junto a sus hijos que han heredado su profesión y vocación. En esta entrevista habla de los acúfenos, de sus causas y de los posibles tratamientos para una patología que puede llegar a afectar hasta la quinta parte de la población.
¿Qué son los acúfenos?
Los acúfenos son una percepción de un sonido sin fuente sonora que lo origine. Puede localizarse en un oído, en los dos o en la cabeza. En ocasiones, se puede oír un tono puro o puede ser un ruido más complejo: un timbre, un pájaro que pía, un grillo…
¿De dónde procede el ruido del acúfeno?
Depende de cada paciente. Para saber de dónde procede es necesario encontrar la fuente y las causas que lo originan. Las más frecuentes son un tapón de cera, una otitis seromucosa, enfermedad de Ménière, un trauma sonoro…
En ocasiones, subir y bajar de los aviones puede producir un barotrauma. Otras causas posibles serían: una sordera brusca, un neurinoma del acústico, anomalías vasculares, alteraciones de las válvulas cardiacas, anemia o incluso los propios fármacos que puede estar tomando el paciente (los quimioterápicos y algunos antibióticos pueden llegar a producir acúfenos).
¿Cómo se diagnostican los acúfenos?
Existe un protocolo de diagnóstico de los acúfenos. Lo principal es explorar al paciente y realizar una audiometría, una acufenometría (en la que se valora el acúfeno, se averigua dónde está, su intensidad, en qué frecuencia suena, con qué ruidos de inhibe…). En definitiva, se requiere llevar a cabo todo el estudio completo de la audición: nariz, oído, cavum, y el cuello.
En ocasiones, también se requiere de una analítica completa, una exploración cardiaca y vascular, así como de la colaboración de otros profesionales sanitarios: desde los internistas hasta los psiquiatras.
Además, es importante que el paciente se explique bien y cuente cuando siente los acúfenos, si duerme bien ya que el acúfeno suele molestar más, por las noches, cuando apenas hay ruido.
Del mismo modo, es necesario conocer el estado anímico del paciente ya que, a veces, el acúfeno se produce en pacientes depresivos o con ansiedad. En estos casos, tratando la ansiedad del paciente o su depresión, se logra que el acúfeno desaparezca o al menos, que la persona lo deje de sentir. Asimismo, también el estrés puede llegar a producir acúfenos o aumentar los que ya tiene el paciente.
¿Puede llegar el acúfeno a causarle dificultades al paciente en su día a día?
En algunos pacientes sí. En este sentido, el acúfeno es como el dolor. Unos pacientes lo toleran mejor y otros peor.
¿Cómo se tratan los acúfenos?
Si no se conoce el origen del acúfeno, carece de tratamiento específico. En ese caso, se intentaría reducir su intensidad y que el paciente lo oiga lo menos posible. Además, se recomiendan una serie de medidas: evitar excitantes y sustancias que puedan alterar la tensión arterial: cafeína, alcohol… El paciente también deberá evitar los ruidos fuertes ya que pueden llegar a aumentar el acúfeno.
De la misma forma, existen numerosos tratamientos, que se deberán aplicar en función de las necesidades del paciente: vasculares, antidepresivos, relajación, mecanismos de habituación e incluso la acomodación y la terapia conductual, en la que se pretende acostumbrar al paciente al ruido para que deje de escuchar el acúfeno.
Forma parte de la Red Sanitaria de Salup, impulsada por el Grupo PSN. ¿Qué es lo que más le atrajo de este proyecto?
Lo que más me atrajo de Salup es la dignificación del profesional sanitario, tan importante hoy en día. Veo muy necesario ir hacia un nuevo sistema de aseguramiento porque hoy en día se ven cosas incoherentes: una póliza de seguro de salud cuesta menos que la de un coche y la salud de cada persona vale más.
¿Ha sido la Medicina algo vocacional para usted?
Mi padre era médico, yo seguí su camino. Lo veía en casa a diario. Lo mismo les ha sucedido a mis hijos, que también han seguido mis pasos. Vivimos en una familia de médicos. Siempre me ha gustado trabajar para los demás y en Medicina encontré un sitio perfecto donde hacerlo.
Además, si la Medicina no es vocacional, uno no puede ejercer a gusto. La Medicina tiene dos partes diferentes: la cuestión técnica y la emocional y personal con el paciente. Y la empatía hacer mucho en el tratamiento.
¿Los pacientes siguen mejor el tratamiento si el profesional es empático?
Sí. Si los pacientes tienen confianza plena en el médico, siguen mucho mejor el tratamiento y los resultados son excelentes. Se nota especialmente en Medicina de Familia, especialmente cuando conoce bien a sus pacientes y existen una relación de confianza con la persona.
¿Se está perdiendo la figura del Médico de Cabecera?
De cierto modo. Hablar y conocer a los pacientes es esencial. Para ello, es necesario dedicarles el tiempo que necesitan. Así se logra la confianza. También debe dejar al paciente que se exprese, escucharle, comprenderle y entender, no solo la enfermedad que pueda tener el paciente, sino de como es el paciente en sí. Conocer la personalidad del paciente.
¿Cuáles son los momentos más gratificantes?
El momento más gratificante es cuando das de alta a un paciente que tiene un problema grave. Otro de los mejores momentos se produce cuando, en la consulta, entra un paciente preocupado y sale tranquilo.
¿Y los más difíciles?
Uno de los momentos más difíciles es cuando no puedes solucionarle el problema al paciente. Tampoco son agradables aquellos momentos en los que tienes que darle malas noticias. Es necesario tener mucho tacto para no decirle las cosas de una forma cruda y fría. Es algo que se aprende con la experiencia. Es necesario saber hacerlo y poder hacerlo porque gestionar esos momentos es difícil emocionalmente.
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